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Historia de una depresión post parto: Primera crisis

Madres

Historia de una depresión post parto: Primera crisis

Las crisis que se tienen cuando estás viviendo la depresión post parto son tremendamente fuertes. Yo he experimentado la pena antes, profunda pena, pero la depresión post parto cuenta con adicionales.

La primera crisis que tuve en la clínica, en la que salí corriendo a buscar a Augustito porque lo escuchaba llorar, fue heavy y me marcó mucho. En cierto punto pensé que me volvería loca. Luego de que corrí, llegué a la salita donde estaba mi guatón y pude ver que estaba bien, volví a mi dormitorio y me acosté para poder dormir. Sin embargo, dormir fue lo que menos hice. Comencé a pensar en el futuro con mucha negatividad, me decía que, si ya al segundo día de nacido mi hijo me encontraba así, sin duda no me la podría con todo lo que se venía. Lloré mucho esa noche, y pensaba sin parar, incluso cosas triviales eran un horror, pensé en mi incapacidad, en los juicios que alguna vez en mi vida se hicieron sobre mí y los validada en ese momento al verme tan frágil e incapaz. Tuvieron que dormirme porque no me podía calmar ni dejar de pensar. Gracias a Dios mi ginecólogo fue lo máximo.

Hubiese agradecido mucho algo más de ayuda respecto a cómo dar pecho, ya que ese fue un tema sumamente delicado e importante para mí. Yo tenía muy claro desde hace tiempo que la lactancia materna era lo mejor para mi hijo, por lo que para mí no había opción de darle relleno, eso no pasaba por mi mente, porque: “¿cómo podría yo ser una madre tan irresponsable?”, me decía a mí misma, sin siquiera comprender realmente lo que se venía. Frente a todo eso, el verte con un ser tan chiquitito que solo depende de ti hace que te postergues como nunca antes, y yo respondía a todas sus necesidades con darle pecho, aunque no fuera eso lo que necesitara. Cada vez que lloraba o se movía mi marido me lo ponía en la pechuga, y era doloroso, muy doloroso, pero si no lo hubiera hecho la culpa hubiese sido peor. Al llegar a mi casa pasaba días enteros con Augusto pegado, lo malo era que muchas veces no comía y estaba encerrada con él todo el tiempo.

Al decir que hubiese agradecido un poco más de ayuda, me refiero a que yo no sabía nada de lactancia, ni cómo debía ser el acople, ni que había que cambiar de pechuga cada vez que tu guagua toma. Veo que solo me guiaba por mil ideas que había escuchado, pero no tenía nada claro, ni lo que era mejor para Augustito, y mucho menos para mi.

Una buena red de apoyo

Los mitos de que la leche es delgada, o que no te sale suficiente y que por eso tu hijo llora me perturbaron mucho. Todos tienen sus creencias, desde amigos, familia, esposo y doctores. Lo peor es que son todas diferentes. Muchos también me dijeron que siguiera mi instinto, pero me costó por mi inseguridad. Ahí jugaron un papel muy importante en mi toma de decisiones y estrategias para ayudar a mi Augusto a ordenar sus horarios de papa y sueño, mi madre (no sé qué habría sido de mi si ella no hubiese estado a  mi lado), y dos amigas que no tuvieron problema en responder mil de mis preguntas, que me apoyaron siempre con palabras llenas de cariño y comprensión: Pepa y Josefa. Estas grandes mujeres me dieron calma a partir de sus experiencias y fueron comprensivas de mis miedos, no lapidarias ni dictatoriales con sus opiniones. Se dieron el tiempo, y pese a la distancia me ayudaron a no sentirme tan sola como me sentía viviendo en otra región, en una nueva casa, y viviendo la maternidad por primera vez.

Camila, mi amiga del alma, me puso en contacto con su amiga Marce, matrona y experta en lactancia. Ella fue muy compasiva, ya que como antes detallé yo era un zombie, con una inmensa pena y angustia que no sabía explicar. Ella se preocupó de mí sin conocerme y me explicó muchas cosas que yo no sabía, me dio calma sin criticarme por haberle dado relleno cuando yo sentí y creí que mi leche no era suficiente. Una gran mujer la Marce. Lo anterior es importante, porque en mi opinión, una Red de apoyo puede ayudar dando seguridad y mitigando dudas y angustias

Lamentablemente cuando estás entrando en el momento más oscuro de la depresión post parto hay poco que pueda detenerla si no es con un tratamiento médico, en mi opinion.

Como ya les había contado, lloré mucho en esa época, además sentía que no podía descansar ni siquiera después de dormir. Mi cara era de infelicidad máxima, incluso mi marido y mi mamá pensaban que yo no quería a mi hijo. Yo pensaba que nunca iba a terminar el periodo más difícil, que no volvería a dormir y que mi vida se había acabado, literalmente.

Un error fatal al inicio de la maternidad en mi caso fue el llevarme toda la carga. Ya que mi marido recién había entrado a una pega nueva, yo cuidaba a Augustito día y noche, no dormía y más encima cada vez que él lloraba lo sacaba del dormitorio, muy abrigado, para que su papá no despertara, porque él tenía que trabajar al otro día.

Hoy pienso que eso no era justo, ni lo es para nadie, pero me veo a mi misma muchas veces haciendo cosas parecidas sin que se me pidan ¿Será eso machismo? ¿Será esa culpa que constantemente siento? ¿La sentiremos todas las mujeres? Tengo muchas dudas aún respecto a el porqué de eso.

Luego de varias semanas yo traté y traté de sentirme mejor, pero nada me ayudaba. Creo que fue crónica de una muerte anunciada lo que venía…ojalá mi familia y yo hubiésemos sabido frenarlo antes.

Es por eso que creo debiera saberse más de la depresión post parto, conocer sus síntomas, protegerte de situaciones o conductas que promuevan sentimientos que la potencian.

Mi primer consejo entonces, y resumen de esta intervención: conocer más sobre esta enfermedad para lograr identificarla y tener una Red de apoyo, ambos aspectos son vitales para evitarla, o, en el peor de los casos, enfrentarla.

Por: Daniela Miranda Núñez., Educadora de Párvulos UC y dueña de @Littleshoppuertovaras 

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