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Confesiones de un aspergeriano: La página Oscura V

Psicología

Confesiones de un aspergeriano: La página Oscura V

  
La Página Oscura: Parte 5 – Libre…

 

“Un millón de sueños no te liberarán…

Ningún refugio salvó el orgullo de un hombre

Entrega tu dolor y nunca alimentes tu ansia

No cerraré los ojos cuando llueve y truene

Corey Hart – In Your Soul

 

            Tras extenderme mucho mas allá de lo planeado, en un principio me propuse escribir no más de cinco artículos con esta denominación que he usado para unirlos, sin embargo, al terminar el anterior texto me di cuenta que de nada servia escribir sobre “avanzar” si no analizaba los limites a los que muchas veces estamos encadenados. Como el anhelo de alcanzar una plena felicidad, manifiesto en una sensación de libertad, colisiona con los problemas que muchas veces creamos nosotros mismos, los tormentos que guardamos o el actuar que nos ha faltado como pleno ejercicio de nuestro libre albedrío.

            Particularmente me llamó la atención que en pocos días me había topado, con no pocas personas hablándome sobre la libertad, como sinónimo de independencia, el completo dominio propio, el no dejar que nadie les dirigiera la vida, cuando lo sorprendente era ver cuan atrapados estaban en sus dificultades, manías, traumas y otras cosas; no con el animo de juzgar al verlos, sabia que no soy distinto a ellos pero si que es necesario recapacitar sobre lo que implica todo esto.

            Porque pensar en ser “Libre” o en la “libertad”, muchas veces me ha sonado como una grotesca etiqueta de algún slogan publicitario, lo que el cantante Fish dijo en uno de sus temas: “nuestras poleras gritan libertad, pero nuestras voces están amordazadas por nuestra codicia” (*a), se parece al amor y la paz, todo el mundo lo habla, pero llegado el momento de actuar de la forma correcta no es mas que mera y banal propaganda, cuyo entendimiento no se refleja en acciones concretas y efectivas, sino meras conductas para exaltar y justificar una conducta, muchas veces tan egoísta como contradictoria, más ante todo: perdida.

            Es como la frase que decía el personaje de Nick Nolte en el filme “Adiós al rey” al desertar en una isla de Borneo: “Por fin era libre… ¿libre para hacer que?”. Varios años mas tarde me encontré sintiéndome igual, ya adulto forjando el camino que había deseado tras años de continuos fracasos, más encerrado en una “isla”, aislado no solo del mundo sino de la alegría, sufriendo aquel “pecado” que siempre deteste en mi madre, el tener tanto por que vivir, tanto que agradecer y solo darme tiempo para degustar un nefasto e innecesario dolor quejándome por mil cosas, era adicto a mi sufrimiento.

            Antiguamente llegar a la adultez significaba el haber ganado el derecho a ser completamente independientes, hacer lo que sea de nuestro agrado o al menos así lo creíamos. Era la ilusión de llevar a la practica la primera definición de “libre”, según el Diccionario de lengua de la Real Academia Española, RAE: “Que tiene la facultad para obrar o no obrar”.

            Suena muy sencillo y tan obvio como recordar que esta libertad esta acompañada de la responsabilidad de nuestros actos, sin embargo en la práctica, la forma en como medimos esta, valga la redundancia, “responsabilidad” debe considerar asegurar tanto el respeto a los demás como a uno mismo y es ahí donde se da un conflicto interno: por cuanto muchas veces lo que deseamos colisiona con los deseos de otro, o nuestros propios deseos son vulnerados por la falta de respeto de alguien o muchas veces nosotros confundimos y doblegamos lo que queremos a lo que anhelan nuestros eres queridos, en otras palabras sacrificamos nuestra alegría por amor a otros y con ello ponemos en riesgo nuestra identidad.

            Hace tiempo un amigo me dijo que era importante que me detuviera para sentir el momento, el lugar, tomar conciencia de la realidad, lo que soy en ese instante, como estoy, porque son nuestras acciones las que deben hablar, “es lo que haces lo que te define”, le decía Rachel Dawes a Bruce Wayne en “Batman Inicia”.

            Durante años intente evitar el tema del asperger, lo he contado miles de veces, pero no pude huir, siempre había algo que hacia sentir distinto, no porque lo quisiera, no porque lo deseara; y lo que es peor mientras más intentaba apagar la flama que hay en el corazón, mas fuerte la sentía, hasta que un día la mire y me di cuenta que es lo que me hace sentir vivo.

            Más nunca bastó con reconocerlo, ni mucho menos defenderlo, lo primordial es seguir avanzando ya que cuando creemos tener todo para dar vuelta “la pagina oscura” en pos de una luminosa…no lo hacemos, nos fijamos que algo nos retiene, y esta vez no es el ser aspergeriano, no es el conocernos a nosotros mismos, ni el saber lo que deseamos, no es la adultez, hay algo más, cuando uno he reclamado por mi libertad ha llegado el momento en que he sentido con fuerza las cadenas, y al buscarlas, el entender porque existen, hallé una frase que escribió J. Michael Straczynski, sobre lo que le decían a uno de mis personajes favoritos: “Si, has perdido mucho, resistido bastante, sacrificado grandemente, pero te aferras al recuerdo de tus sacrificios, de todo lo que has perdido o dejado atrás. Ellos te arrastran como cadenas de tu propia creación, Marcus, el poder de la aflicción, y la perdida, y el remordimiento. Si, puedes dejar ir a la gente, lugares y cosas pero no has dejado ir al dolor. No te has perdonado a ti mismo…de estar vivo” (*b)

            Son nuestras tormentas, el legado de nuestro crecimiento, las lecciones que debemos demostrarnos que hemos aprendido, como aspergerianos, somos muy apasionados, obsesivos, y como consecuencia de esto, monotemáticos, hace unos meses me di cuenta que cuando no confrontaba las cosas, no decía lo que creía que era verdad, “en la cara”, por supuesto de manera respetuosa, la idea quedaba dando vuelta en mi interior afligiéndome. Tan simple como un mal entendido me tuvo de mal animo, analizando y mencionando el tema de formas distintas tanto en textos como en conversaciones…una cadena emocional, hasta que llegado el momento, alguien me motivó a enfrentar la situación, contacté a la persona y sin interés en una disculpa o explicación, todo se transformó en una de las mejores experiencias que he vivido en los últimos meses. Es menester aclarar, que en lo personal no me gustan las disculpas, no soy quien para juzgar y condenar, si alguien me ha herido, mi perdón lo tiene asegurado, y no tengo vergüenza en pedir disculpas las veces que sea porque al final creo que lo que vale es la forma en que nos comportamos.

            Y justamente me sorprendió toda la amabilidad de esta persona, fue absolutamente enriquecedor, descubrí en ese momento que lo que hizo me ayudó a crecer, todo el dolor vivido me permitió ir donde no habría podido, de haber sido otras circunstancias menos desagradables, si mas no recuerdo al final le pedí perdón por la rabia que sentí y si es que la ofendí; y le dí las gracias, fue una cadena que se rompió, una sensación de verdadera libertad y una alegría que siento hasta este instante, gracias al trato amistoso que hubo desde el primer instante en que nos reencontramos, su gran amabilidad y disposición a aclarar lo sucedido, a mejorar el camino que fue seguido.            

Juan Carlos Sánchez Emilfork.


Aspergeriano. Co terapeuta de Isabel López Turner, Psicóloga quien trabaja con pacientes Asperger en Concepción
isabellopezturner@gmail.com

             

 

(*a) Vigil In the Wilderness of Mirrors

 (*b) Babylon 5: Ceremonies of light and Dark

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