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Confesiones de un aspergeriano: solo de soledad

  

“Nunca pensé que pudiera haber algo peor que estar completamente solo en la noche” – Le dice el capitán Sheridan a la embajadora, Delenn quien con una calma no carente de preocupación le responde: “Pero lo hay, estar solo en una multitud”.
Es un dialogo que escribió el escritor y guionista Peter David para la serie Babylon 5 cuya profundidad refleja muy bien el efecto emocional que surge ante la dificultad de comunicarse con otros, un violento aislamiento involuntario, en el que el grado de sensibilidad, la valoración de los demás y el gran deseo de compartir con otras personas son determinantes para alterar la forma en que enfrentamos a las personas.
Sin embargo, antes de continuar es necesario recordar que la carencia de habilidades sociales es una de las características fundamentales del Desorden de Asperger, más la intención comunicativa o, en otras palabras, el grado de interés por compartir con otros, es también, un factor diferenciador al momento de distinguirlo del Autismo Severo y del de Alto Funcionamiento; sobre este deseo el doctor Tony Attwood en su guía, al citar un ejemplo de la doctora Elizabeth Newson manifiesta que “El deseo por parte del adolescente de tener amigos puede ser abrumador”razón que según lo expuesto por Newson se puede llegar incluso a soportar desagradables experiencias con tal de socializar con otros individuos.
Eventualmente la incomprensión o posterior comprensión de un mal trato, menosprecio o actitud prejuiciosa encubierta o directa, algo de lo que he hablado bastante anteriormente, va forzando al individuo a aislarse para sobrellevar el tormento, en un intento por cambiar las circunstancias que le causan molestias por un lugar donde pueda evitarlas o incluso controlarlas: el hogar.
Esto me recuerda mucho como mi madre me decía cada vez que podía que no me preocupara por socializar, que no sufriera por la gran distancia que sentía de los demás, los interminables periodos de soledad, ella era feliz sola y la verdad, sin negar la posibilidad de estar errado, no he tenido el gusto de conocer a ningún ser humano que realmente le guste estar solo, todos cuando somos expuestos o vivimos periodos intensos sin tener contacto con otros individuos, tarde o temprano sentimos la necesidad de compartir con otras personas, lo que muchas veces se refleja en porque algunos aspergerianos hablamos tanto cuando nos encontramos con alguien conocido, en parte es crear una forma de crear un puente de comunicación y por otra el ir desahogando todo lo acumulado, como una maquina que va entregando y procesando los datos obtenidos tras mucho tiempo exploración, pero también es una manera de liberar la tensión que va surgiendo de estas y mucha otras experiencias, esto último es bastante común en los neurotípicos quienes al tener mejor manejo de habilidades sociales pueden ir equilibrando todo lo que viven diariamente en el contacto regular con amistades, en términos cristianos “compartiendo la carga”.
Lo interesante en lo que contaba de mi madre, era que tenia fuertes rasgos aspergerianos si bien le permitían socializar de manera encomiable, su sensibilidad, ocasional torpeza y sentido critico del contacto con otros la motivó a manifestar desinterés por los demás, más la verdad sentía mucho afecto por mucha gente y la desilusión que le causaban algunas experiencias, aumentaron en su inconsciente una gran dependencia a su hogar y una trato esporádico con algunas amistades, sin perjuicio de tener buenas relaciones con muchas más, con las que habría podido pasar mas tiempo si hubiera deseado.
Envidiaba ese talento que poseía para tratar con otros y como la gente se acordaba de ella demostrándole su gran aprecio, pero a veces creo que la afectaba mucho el cariño no correspondido y la deslealtad en pequeños significativos actos, esto junto a otros acontecimiento fueron aumentando su amargura rechazando muchas oportunidad para gozar la vida enfermando gravemente. Usando el nombre de una canción de Mike and the Mechanics “Era una mendiga en una playa de oro”, pero tal como dice ese tema: “para conocer el placer antes debía curar el dolor”…

Más nunca es sencillo, en incontables ocasiones me he preguntado como manejar esta sensibilidad para no sentir ese dolor, compartir con otros sin sentir molestia y sin perder el pleno uso de los maravilloso “dones” que nos da esta condición, como seguir preservando una perspectiva inocente a pesar de la deslealtad y el engaño.
Siempre me repito ese verso de la canción de Bruce Springsteen que dice “No puedes apagar el riesgo y el dolor sin perder lo que queda del amor”, no se puede evitar el sufrir si amamos, y aunque suene sencillo a veces es muy difícil de asimilar, en especial cuando nos cerramos ante otras alternativas dejándonos devorar por la desilusión. Lo que tiene directa relación con lo que escribí en una de mis primeras columnas en este blog, cuando me pareció chocante asistir a una actividad cristiana, donde me sentir muy solo y aislado del resto que ni siquiera podía conectarme con Dios, prefiriendo salir ocasionalmente y caminar solo por la cuadra, de ese momento lo que guardo con cariño es el trato amable que me dio un desconocido que me encontró en la puerta minutos después que le predicara a los asistentes.
No era primera vez ni será la ultima que viva ese tipo de situaciones, pero si es un recordatorio de que no se puede depender de nadie en esta vida, se debe aprender a enfrentar las vicisitudes con la fortaleza y la fe para ir descubriendo y redescubriendo lo que se conoce o se cree conocer, por eso aunque me sentía enfermo le dije al familiar que me invito que estoy dispuesto a ir nuevamente esperando y deseando cambiar completamente mi perspectiva de lo vivido.

Sin embargo el otro día me pasó algo muy extraño: asistí a un taller literario al que fui invitado por una ex compañera y colega, que imparte la Universidad del Desarrollo y bien, como siempre no es fácil salir de mi refugio a tratar con “nuevos rostros”, de hecho, estar solo en una casa con ruidos extraños en medio de la noche parecía más agradable, pero había llegado en el momento preciso para inscribirme tan velozmente que no pudiera cuestionar mi decisión, en unos versos de Alan Parsons “estoy siguiendo el sueño, no llegarás aquí si te sostienes a la vieja rutina”, era vital cambiar el ritmo y todo comienzo siempre tiene algún grado de dificultad.
Lo sorprendente fue a la segunda sesión ya me sentía increíblemente cómodo, la gente era muy distinta a la que rara vez trato, la opiniones en algunos aspectos de los temas que se presentaban eran hasta contrarias las mías, pero si había algo que todos manifestaban unánimemente: respeto, consideración y entusiasmo por analizar lo expuesto por la profesora cuyo trato amable y alegre se siente desde el instante en que uno entra a la sala hasta que nos marchamos, pasando el tiempo de manera muy rápida.
Días atrás le comenté esto por esta situación lo comenté a mi familiar de mayor confianza quien me dijo: “estuviste en un lugar donde no solo trataban los temas que te gustan, con gente que tiene un interés y sentido analítico y profundo como el que disfrutas”…un pequeño santuario.
Quizás eran una horas, quizás la sensación cambie con los meses pero de esta experiencia completamente contraria a lo contado en el primer párrafo se redescubre la clase de lugar donde se puede existir, y puede parecer obvio pero si lo vemos bien es así como esta funcionando el mundo, en grupos sociales muy bien establecidos que van sirviendo como soporte y difusión no solo de conocimientos sino de alimentación emocional, es decir: el hecho de llegar a una sala donde hay una predisposición sincera de tratar bien a la persona, para luego unificar las formas de pensar entorno a un tema el cual al ser analizado va descubriendo, compartiendo, revelando no solo opiniones, sino también el valor que hay tras cada persona, haciendo renacer una “cofradía de lectores” (tal como se llama el grupo) y es esa sensación de hermandad la que destroza el exilio al exaltar lo mejor de los asistentes, al asegurar que cada uno tenga el trato que necesita.
Suena poético, la realidad es despiadada, termina la hora cada quien sigue su camino, pero ¿que es lo que queda? ¿Qué es lo que podemos rescatar?
Un cambio, una voz cuyo sonido no será consumido por el silencio, un olvido que no atesorará eternamente la ilusión de soledad y el inevitable destino hacia ese calvario que esta alimentado por el mismo pecado que esta devorando a la humanidad, del cual ya hable en un articulo anterior: el egoísmo disfrazado en la indiferencia…lo he contado muchas veces pero sus facetas siempre sorprenden por eso a quien lea esto le pregunto: ¿Han visto como cambia todo cuando le sonríes a alguien?, era un experimento que hacia Patch Adams, como Aspergeriano me ha costado mucho aprender este tipo de conductas pero es increíble como cambia todo cuando uno es tratado con real respeto y como uno va aprendiendo a retribuirlo, con ternura.
La soledad, el dolor de la compañía, surge de esta muda violencia que puede ser combatida en el jolgorio de los demás, muchas veces descubriendo el encanto de la opinión ajena, que por cierto fue una de las cosas que mas me sorprendieron de esta experiencia, el tener que leer textos que no me agradaban, no concordando con el resto, sino apreciándolos tal cual son, gozándome de las diferencias en aras de un respeto que se evidencia en cada mirada.
Porque ante todo es vital el reconocer los límites que pone la vida son esenciales para ir forjando el destino, crear el carácter y la fortaleza, y sobre todo la fe en que las circunstancias de alguna forma pueden mejorar.
Mi padre me decía que es importante aprender a ser como el sauce, con las raíces firmes y fuertes en la tierra y las ramas flexibles ante el viento huracanado…sin permitir que el miedo nos domine, sin dejar que el dolor nos arrastre, sin ahogarnos en las aguas del tiempo perdido, siempre firmes en nuestros sueños reclamando la tierra que nos ha sido prometida.

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