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Las dudas y miedos de una madre adoptiva

La maternidad en sí es un proceso sumamente complejo, no creo ser la única que sintió que tenia una responsabilidad más grande que el Titanic. Todas recibimos a nuestros hijos llenas de miedos y aprehensiones respecto a cómo lo vamos a hacer y si seremos capaces de hacerlo bien.

Mi caso no fue distinto, claro que con algunas salvedades. Después de esperar durante un año, desde que habíamos sido declarados aptos para ser padres adoptivos, recibimos la “Gran llamada”. A los dos días de esto conoceríamos a nuestra hija. Esos dos días fueron una verdadera maratón, de partida porque no teníamos nada, pero nada de nada. Empezamos por lo básico, una cuna y un coche con huevito, la verdad no se nos ocurrió nada más.

Así llego el día que la conocimos, era una bolita deliciosa y peladita. La tomé en brazos y sentí que el mundo se había sentado sobre mis hombros. Miles de emociones y sensaciones, muchos miedos e inseguridades me inundaron el corazón y la cabeza, ¿sería capaz de cuidar, amar y criar a esa pequeñita? Era la pregunta que se me cruzaba. Sobre todo pensando que yo había decidido muy conscientemente y lo había buscado incansablemente, su llegada no era una casualidad de la naturaleza, era una decisión que estaba culminando en su llegada, entonces los miedos y la responsabilidad se me venían encima de una manera que no era capaz de sobrellevar en ese momento.

De algún modo sabía que todos los temas prácticos los iba a sortear bastante bien, mi formación profesional me iba a dar las herramientas para atender a una pequeñita de dos meses. Pero para mi, las ansiedades estaban depositadas en los aspectos afectivos y en mi desempeño como mamá en el proceso de crianza. Durante todo el proceso de evaluación y espera, mi principal miedo era si yo sería capaz de amar a un niño que no había nacido de mi, si la maternidad iba a ser igual o siempre iba a existir ese abismo entre nosotros, realmente me atormentó todo ese tiempo, además del tremendo miedo de si iba a poder hacerlo bien, dado que no iba a existir esta suerte de proceso de preparación que otorga de manera inherente la naturaleza por medio del embarazo y todo el ajuste hormonal y psicológico que se produce durante las 40 semanas de gestación.

Los primeros días

La primera semana solo podíamos ir a visitarla y sacarla a pasear, ella debía adaptarse a nosotros y debía ser un proceso paulatino para ella y para su familia guardadora, que sin duda la amaban y estaban muy conmocionados con su partida, por esto debía hacerse respetando los procesos de todos. Durante esa semana las emociones y ansiedades iban y venían. Tenía tanto miedo de no hacerlo bien, de que ella no se acostumbrara, de que no surgiera el amor. Muchas veces he escuchado decir que es amor a primera vista y que todo fluye naturalmente desde el minuto cero, pero no es así. Lo natural es una enorme intención y el más genuino deseo de amar, pero no es instantáneo, somos personas que no estamos auto-programadas, tenemos emociones que se mezclan con nuestra razón e influyen en nuestras acciones, y nos llevan a todos a vivir procesos diferentes y en distintos tiempos.

Nuestras primeras 24 horas, fueron realmente intensas. Mi marido tenía que ir a trabajar, por lo que era como la prueba de fuego. Tenía miedo a que llorara y no saber por qué, de que tuviera hambre y no darme cuenta, de que se durmiera y no despertara. Entonces fue muy estresante, porque no la conocía, no conocía sus tiempos y sus reacciones, no sabía como eran sus llantos y todas esas cosas que las mamás desarrollan. Yo sentía que no sería capaz, porque yo creía que saber todas esas cosas estaban dadas por los aspectos biológicos relacionados a la gestación y al parto. Pero para mi sorpresa, me di cuenta que no es así. Al cabo de la primera semana ya había identificado miles de cosas que jamás creí que lograría, ya la conocía mejor, ya me había acercado a ella, ya había empezado a nacer ese amor que nos mueve en adelante y para siempre. Al principio necesitaba contactarme con ella, sentirla muy cerca, entonces me tranquilizaba mucho darle la leche piel con piel, le sacaba la ropa y me la ponía sobre el pecho, a mi me calmaba, me daba tranquilidad, sentía que me acercaba a ella y ella me miraba a los ojos, ahí yo le decía: “soy tu mamá y te amo”.

Nuevas inquietudes

Han pasado varios años desde la primera vez de todo con ella. Hoy es una niñita deliciosa, inteligente y alegre, que va aprendiendo y conociendo el mundo día a día, y yo voy creciendo como mamá con ella. Y aunque muchos miedos se han disipado, hoy tengo nuevas inquietudes. La más importante, sin duda, tiene que ver con el momento de la revelación. Cuando  ella entienda que no nació de mi, que otra persona la llevó en su vientre pero que su madre soy yo. A pesar de que se lo digo continuamente, ella aún no lo integra y va a llegar ese día en que surjan inquietudes del ¿porqué? ¿Cómo?, ¿Cuándo? Quizás algún día va a querer buscar sus orígenes, conocer a su progenitora, resolver con ella sus inquietudes, y no seré yo quien le diga que no puede hacerlo. La voy a acompañar, la guiaré, la apoyaré y la sostendré si es necesario, pero el miedo y ansiedad que rodea a ese momento es indescriptible. Hoy voy paso a paso, espero que ese momento surja cuando ella y yo estemos listas.

Todas las madres somos diferentes compartimos nuestras inquietudes, miedos y alegrías, pero todas vivimos nuestros procesos diferente. Yo he ido conociendo a mi hija y ella a mi, cada día nuestro amor crece y se hace mas fuerte. Supongo que los miedos no se agotan, las alegrías tampoco y sólo sé que seguiré adelante con amor y mucho amor y más amor, porque de eso si que tengo de sobra para ella.

Daniela Ojeda. Madre, enfermera y candidata Magister de familia y mediación.

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