¿De qué se trata cuando hablamos de una “Navidad con sentido”?

Heredar una navidad con sentido, es lo que me propuse desde que soy madre.

Crecí en una familia en donde la navidad, era sinónimo de regalos para todos y cenar en familia. La mayoría de las veces era mi mamá la que se preocupaba de cada detalle, se estresaba, corría, pero al final del día todos tenían su regalo, éramos muy felices y ella muy estaba agotada.

A medida que fui creciendo, viví la vorágine de las compras de regalos, los ofertones de las grandes tiendas, el endeudamiento, ya que todos pensaban en “hacer las compras navideñas”, y como no había mucho tiempo y dinero, se realizaban a última hora.

Muchas veces acompañé a mi madre a realizar estos trámites de fin de año, las filas eternas, ver si quedaban las tallas de ropa que buscábamos, tachar de la larga lista cuando teníamos un regalo en la bolsa, y después ir al único supermercado que había en mi ciudad.

Obtener el juguete de moda, era toda una hazaña. Correr por buscarlo y hacer la fila para pagar, no importaba el tiempo empleado, mientras se cumpliera el objetivo, valía la pena.

Llegó el día en que como familia, decidimos no comprar tanto, nos hicimos consciente del valor del ahorro y de disfrutar en familia en torno a una rica comida.

Cuando nació mi hija, hace 3 años y medio, tomamos la decisión de pasar la Navidad ambas familias juntas. Esto porque los abuelos querían estar en navidad con su nieta y para evitar el “dividirnos” o “multiplicarnos” en cada familia.

Esto nos ha dado la oportunidad de reflexionar, revisar el año que se va y lo que deseamos para el venidero. Aunque en cualquier época del año es positivo replantearnos los objetivos trazados, estas fechas son consideradas especiales para los balances personales.

Desde que soy madre sopesé el rol de la publicidad del comercio, cada fin de año. La televisión, las redes sociales y las tiendas o supermercados, se llenan de esta decoración navideña, creando ciertas necesidades “innecesarias”,  que desencadenan compras compulsivas, como por ejemplo comprar cotillón para el año nuevo o renovar las esferas del árbol de navidad.

Todo esto nos hace olvidar el verdadero sentido, independiente de la creencia religiosa o tradiciones familiares, muchas veces nos dejamos llevar por la fiebre de las compras y el valor de las relaciones con nuestros seres queridos, pasa a segundo plano.

Nuestra actitud frente a la Navidad, tiene un gran efecto en nuestros hijos. Si nos estresamos o agobiamos, es muy probable que los pequeños relacionen estas festividades como un factor estresor, más que un motivo de celebración o de reunión.

Como familia nos replanteamos como queríamos que fuera nuestra navidad; con calma y con un mes de anticipación decidimos pasarla todos los juntos. Y así ha sido durante los últimos tres años, la reunión familiar en torno a una cena simple y sencilla, con aportes de todos, permite conversar y fortalecer lazos con la familia.

Es importante, responder a las preguntas que nos realicen los niños y niñas a medida que van creciendo y se van haciendo más partícipes de este tipo de festividades. Explicar el valor de las redes de apoyo, de la unidad con las personas por las que se siente afecto y como fortalecer estos lazos.

Muchas familias deciden  regalar a personas que por diversos motivos no podrán celebrar o recibir un regalo, esta es una buena instancia para enseñar a nuestros hijos el valor de la solidaridad y la empatía. Explicarles que no siempre lo que ellos pidan está al alcance, pero que se tiene lo verdaderamente importante.

Para educar y enseñar a nuestros niñas y niños, debemos  destinar el tiempo necesario y tener paciencia, para responder a las diversas inquietudes y  explicar una y mil veces. Si escuchamos su sentir, se puede tener una Navidad diferente y con sentido.

Y ¿qué significa para tí vivir una “Navidad con sentido”?.

Carolina Martínez Fernández

Mamá de Ornella