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Como cualquier persona, los niños también tienen días malos ¿Cómo acompañarlos?

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Como cualquier persona, los niños también tienen días malos ¿Cómo acompañarlos?

Todos alguna vez nos levantamos con el pie equivocado y estamos de mal genio por razones desconocidas. Todo molesta, todo sale mal y dan ganas de mandar todo a la punta del cerro hasta por las cosas más insignificantes. Cuando nos pasa esto y lo comentamos con los demás, todos nos dicen que es normal tener un día malo.

Pero los adultos a veces nos olvidamos de esa normalidad cuando el que está teniendo un mal día es un niño; si está de malas, comenzamos a criticarlo, retarlo y hasta nos enojamos con ellos, exigiendo un auto control que ni siquiera nosotros tenemos cuando estamos mal genio. A qué vamos con esto: los niños, como humanos que son, también tienen derecho a amanecer “atravesados” como decían nuestras abuelas y nosotros como adultos tenemos que comprenderlos.

Emociones que explotan

Como seres sintientes que somos, albergamos un montón de sentimientos y muchos matices de cómo nos sentimos en diferentes momentos. La mayoría de las veces podemos hablar de lo que sentimos y somos capaces de comprender por qué estamos del ánimo que estamos. Por ejemplo, si algo pasa en el trabajo que nos pone tristes, somos capaces de llegar a casa y decir “estoy triste, no quiero hablar mucho” y lo más probable es que tu pareja e hijos lo entiendan y respeten.

Los niños también son un universo de emociones, las tienen a flor de piel, pero, a diferencia de nosotros, para ellos es más difícil, porque tienen menos capacidad verbal para explicar lo que sienten… así que, lloran, una expresión que no es tan tolerada socialmente.

Reaccionar como me gustaría que lo hicieran conmigo

Lo primero que hay que pensar es eso; ya sabemos que el niño, mientras más pequeño sea, tiene menos capacidad de explicar cómo se siente. Los hijos más grandes quizás ya tienen vocabulario, pero tampoco les es fácil entender muy bien qué sienten ante diversas situaciones que viven día a día. Quizás se sacaron una mala nota, se pelearon con una amiga, les cambiaron un profesor, cosas que, desde nuestra perspectiva adulta, parecen sin importancia, son el mundo para ellos. Así que, tenemos que dejar nuestra adultez y pensar en cómo nos gustaría que nos traten cuando tenemos un mal día.

Sería mucho más fácil que pudieran decirlo, pero no pueden y generalmente su “mala actitud” nos enoja y agota, porque no entendemos qué les pasa y les exigimos que “se comporten. Pedimos algo que no le pediríamos a un adulto que esté pasando por un momento difícil.

Así que, cuando estés al límite con los berrinches y mal genio, detente un momento y piensa ¿cómo me gustaría que me trataran a mí?

Empatizar con tu hijo y acompañar sus sentimientos

Empatizar no es lo mismo que comprender. Puedes no entender por qué llora/grita/patea/está mal genio y aún así empatizar con lo que está sintiendo. No hay que caer en frases como “ya, no pasó nada” o “no es para tanto” o, la peor de todas” deja de llorar”. Para un niño es bueno escuchar a su adulto decirle que entienden que está enojado o triste (puede que no sepamos qué le pasa en particular, pero sí que sabemos identificar su emoción), que ha pasado por eso mismo y que estará ahí acompañándolo hasta que se le pase o pueda escuchar posibles vías para arreglar el mal momento (lo que, probablemente en niños más pequeños signifique más llanto, pero a la larga se dan cuenta de que las soluciones no son tan malas).

Los actos tienen consecuencias

Es importante ser comprensivo, pero también hay que poner límites. Todos podemos tener un mal día, pero eso no justifica ser irrespetuoso o agresivo con otras personas. Las cosas que hacemos tienen consecuencias negativas o positivas y es importante explicarle las consecuencias de las cosas que hacen “si le pegas a tu hermano le haces daño”, “si le gritas a tu abuela a ella le dará pena”, “si lanzas tus juguetes se van a romper”, consecuencias que ellos puedan entender. Una cosa es estar enojado y gritar, y otra muy diferente es lanzarle cosas al gato o al perro.

Gestionen las emociones juntos

Como padres, podemos guiar a nuestros hijos a gestionar mejor sus emociones. Una de las cosas más importantes, es dejarlos sentir y no reprimirlos. Si tiene pena y quiere llorar, que llore, si quiere gritar, que grite. También es bueno ponerle nombre al sentimiento, decirles “estás enojado”, porque así después, cuando se sienta igual, lo más probable es que diga que está enojado. Cuando un niño se siente comprendido y apoyado, aprende mucho más fácil a entender y gestionar sus propias emociones.

PD. Si les gusta leerles a sus hijos cuentos sobre sentimientos, hay un cuento que se llama “Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso”, de Judith Viorst e ilustrado por Ray Cruz que describe perfecto esos días en que no nos soportamos ni nosotros. Pinchen acá si lo quieren cotizar.

 

FUENTE: bebesymas.com

Foto de Personas creado por user18526052 – www.freepik.es

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