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“Eso se enseña en casa”: ¿Dónde empieza y termina la labor del docente?

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“Eso se enseña en casa”: ¿Dónde empieza y termina la labor del docente?

Muchas veces como docente he dicho la frase “eso se enseña en casa”. Y es que es así, hoy nos vemos más que nunca enfrentados al cuestionamiento de  ¿dónde empieza y termina la labor del docente y la familia? Y la respuesta es clara, o al menos a mi parecer, así debería ser: La familia es el primer eslabón de nuestra sociedad, es allí donde  aprendemos nuestros primeros hábitos, donde se forma nuestro carácter muy parecido a papá o mamá o a quien es la figura representativa para el niño, donde aprendemos los valores y la forma en que se rige nuestra sociedad.

Desde allí saltamos a un mundo totalmente nuevo para el niño (a), donde sus costumbres y forma de ser ya no son  tan contenidas ni “celebradas” como en el hogar. Es que queramos o no, nuestro hijo(a) es solo único y especial para nosotros. Cuando pisan el jardín o el colegio, pasa a ser un niño(a) que forma parte de un universo con semejantes características, y es ahí donde como familia nos vemos llamados a ser padres y apoderados comprometidos con la educación de nuestros hijos.

Compromiso vs obligación

La palabra compromiso, nos recuerda un poco a la palabra obligación, y  nadie debería sentirse obligado por otro a hacer lo que realmente le corresponde. Es decir,  nuestro compromiso con nuestros hijos debería fluir, la pregunta es cómo responder a ese compromiso desde la diversidad de horarios, responsabilidades y obligaciones con las que debemos cumplir fuera de nuestro hogar.

Lo primero es tomarnos este compromiso desde el lado del amor, de nuestras emociones, olvidando y dejando de lado a la “mamá  perfecta”, que dicho sea de paso, no existe, aunque millones de estereotipos así lo quieran demostrar. No existe nadie que nos pueda decir, más que nosotras mismas, qué es lo realmente primordial para nuestros hijos, no hay un molde, a mí me resulta y quizás a la del lado no o viceversa y eso no me hace mejor ni peor; debemos entonces conectarnos con nuestro hijo (a) y con lo que èl o ella realmente necesitan de mí, quizás ellos (as) no necesitan a una mamá que esté al tanto de todo y cada uno de los detalles- obviamente esto depende de cada edad- si no más bien, necesitan la contención en él, momento indicado.

Nuestro compromiso con la educación de nuestros hijos es, sin duda, fundamental para crear una amena y cordial relación entre todos los entes que se involucran en la formación de cada niño (a). Pero no se basa solamente en asistir a reuniones de apoderados mensualmente, a cumplir con los materiales o acudir a la entrevista con la profesora jefe. Nuestro compromiso es más allá de todo eso, y tiene que ver principalmente en enfocarme en aquello que yo como madre y apoderada puedo aportar desde mi conocimiento del niño(a) ser una figura relevante en el diario vivir, aquí no importa el tiempo que le dedico, si no que la calidad de ese tiempo, preocuparme por sus emociones, “¿por qué ocurrió ‘X’ episodio? ¿Qué sucede, que tal asignatura está con calificaciones  tan bajas? ‘Te veo triste o más alegre de lo normal’, ¿cómo estuvo tu día?”. La idea es buscar instancias para poder expresarnos respecto de lo que vive cada uno y buscando soluciones en conjunto con cada niño (a) cuando estas se requieran. Por lo tanto aquí es fundamental ESCUCHARLOS con atención cada una de las cosas que nos quieren comunicar. Quizás para nosotros pueden ser irrelevantes, pero para ellos pueden ser realmente importantes, dejar de lado los “ espera estoy ocupada ” y poner en primer lugar lo que nos quieren comunicar, conectarnos con ellos visualmente y detenernos un minuto para estar solamente para ellos ( as)

Cómo docente entonces, esperamos lograr un trabajo colaborativo, donde cada una de las partes se complementen y compartan responsabilidades, con el fin de llegar a acuerdos en beneficio directo del niño y su aprendizaje (a), claramente un núcleo familiar comprometido, estará brindando  al niño un mundo de oportunidades donde crecer en lo emocional y por supuesto en lo que a rendimiento escolar se refiere.

Recordemos que somos un espejo para nuestros hijos y en la medida que  nos vean comprometidos y siendo consecuentes entre lo que hablamos y hacemos, el aprendizaje  se da solo, es decir, una de una buena práctica, nos lleva a ser un líder positivo , por sobre todo creíble y transparente.

Claramente cuando existe una falta de compromiso e interés en el aspecto educacional de nuestros hijos, el desempeño escolar comienza a descender. La falta de apoyo, el poco tiempo dedicado a propiciar instancias de aprendizaje en casa, llevan al niño a decidir por si mismo, muchos aspectos que deberían ser tratados junto a la familia; no es fácil en el aula lograr motivación en los quehaceres escolares cuando se aprecia que el  niño, no se siente contenido , es más, siente que haga lo que haga las cosas no cambiaran, por lo tanto optan por realizar acciones mínimas y a adoptar comportamientos que, a todas luces son un llamado de atención de que algo importante sucede.

Digamos las cosas como son, los docentes queremos ver a padres y apoderados activos, con un rol protagónico en la vida de sus hijos,  preocupados en la medida que su tiempo se los permite, queremos una comunicación fluida y principalmente estar en la misma sintonía, interesados en conversar y solucionar abiertamente las diferencias y llegar a un consenso por el bien principal que son los niños. Ahora bien, este es el ideal, cuando no sucede preguntémonos , ¿ estoy siendo  realmente un padre o madre comprometido con la educación de mis hijos ? ¿Qué me falta por hacer? ¿He delegado la responsabilidad de educar solo al colegio?

Para poder entonces involucrarnos  de verdad debemos propiciar una sana convivencia con todos los entes que componen la comunidad educativa, conocer  cuáles son las normas por las cuales se rige el establecimiento educacional , generar espacios de escucha activa y fidedigna desde pequeños con nuestros hijos, interesarnos por sus problemáticas, gozar con sus alegrías, asistir a hitos importantes dentro de la vida escolar de nuestros hijos, siempre y cuando nuestros horarios nos lo permitan, si no es así,  explicarles afectuosamente lo mucho que nos gustaría participar o acompañarles, no dejarlos tan solo con el típico comentario como que no tenemos tiempo o debemos trabajar, apoyarlos en sus ideas y labores escolares.

En muchas ocasiones, no lo niego, me he sentido absolutamente culpable por no poder estar todos los días de la forma que quisiera en la vida escolar de mi hijo, que por mi horario no puedo ir a dejarlo o a buscar al colegio, pero he transformado esa culpa en ganas de apoyarlo aún más en aquellas actividades que sí puedo realizar en casa con él, cantando, pintando, preparando sus exposiciones juntitos e interesándome en cada detalle, que él me cuenta de sus días, etc.

Recordemos que no debemos mostrarnos perfectos frente a ellos, si no que comprometidos en la justa medida que nuestras oportunidades y diversas formas de vivir nos permitan, sin perder el norte de criar  niños que sean principalmente amados y felices con nuestra presencia en sus vidas.

Mariela Perez. Profesora.

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